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2 DE FEBRERO


835 años nos separan del 2 de febrero de 1188. Ese día la iglesia de San Donato fue consagrada por el obispo de Rávena. Desde entonces, al menos cuarenta generaciones han tenido la alegría de vivir celebraciones, de cantar cánticos, de elevar súplicas y deseos al Señor: ¡las piedras y los frescos son testigos silenciosos de ello! “Si las piedras hablaran” podrían contar las alegrías de las familias por los bautizos, por las primeras comuniones, por el gran don del Espíritu Santo, por los matrimonios; los sufrimientos por los muertos que han sido encomendados a las manos del Señor, por tiempos de guerras, invasiones y grandes desastres naturales y sanitarios que en siglos pasados ​​han dejado profundas heridas. Se dice que “el tiempo es medicina” y con el tiempo nuestra memoria selectiva también intenta eliminar lo que nos ha enseñado la historia pasada. "La historia enseña, pero no hay alumnos"... ¡o hay tan pocos!

Y así, este virus invisible, escurridizo y tortuoso ha venido a recordarnos que no somos los gobernantes del mundo y de la historia. El impertinente covid-19 incluso intenta cambiarse a sí mismo y escapar de nuestros laboratorios más sofisticados y vanguardistas.

¡Quién sabe qué dirá Don Franco Bencini cuando vea su San Donato con un número limitado en la fiesta patronal y, este año, incluso sin banderas en el campanario!

¿Qué le estamos presentando al Señor este año? Tantas dificultades adicionales que las familias están llamadas a afrontar, miedos que serpentean en nuestros corazones, esperanzas que asoman a pesar de todo, como los copos de nieve que colorean el manto blanco de la nieve cuando comienza a derretirse. La Palabra del Señor viene a darnos certezas en la historia que estamos viviendo: “Mis ojos han visto tu salvación: luz para revelarte al pueblo y gloria de tu pueblo.”. De hecho, el Señor no se ocupa de los ángeles, sino de la estirpe de Abraham. La estirpe de los que saben confiarse y precisamente porque se encomiendan a Dios, que es Amor, son capaces de cuidarse y transmitir Amor. Sí, el Señor tomó nuestra carne, entró en la tortuosa historia de nuestra humanidad y es capaz de venir en ayuda de nosotros que estamos en prueba.

La fiesta patronal de San Donato nos recuerda que también nosotros somos la luz que brilla entre la gente, una luz cuya fuente de energía proviene de estar unidos a la fuente, al Señor de la Vida.